Regla de tres simple
Si de los niños dependiera ir a la escuela, no creo que habría tantos que
lo hicieran de forma espontánea y de buena gana. Yo no fui la excepción.
Detestaba la formalidad de todo. Y además los niños solo quieren jugar, no hay
tiempo para que a uno le enseñen. Como en la vida misma en la primaria uno va
viendo qué es lo que más le gusta y qué no. Quinto grado fue un año bisagra
donde las sumas y restas se convirtieron junto con las divisiones y
multiplicaciones en enunciados de problemas,
y entonces las cuatro operaciones básicas se transformaron en problemas de regla de tres simple
Los planteos de los problemas eran tan sencillos que no los entendía. La
señorita Matilde de quinto grado seguro que se habrá tomado el tiempo necesario
para enseñarlo en clase. Los más rápidos lo entendían en el salón. Al día
siguiente la mayoría ya sabía de qué se trataba. Pero yo, lento para los
números y avispado para otras materias, no entendía nada.
Si un albañil tarda tres días en construir una pared,
cuánto tardarán tres albañiles en construir la misma pared. O bien Cuatro
canillas tardan diez horas en llenar un depósito de agua, cuánto tardarán seis
canillas en llenar el mismo depósito.
Con diez u once años era más entretenido estudiar otras cosas o bien solo
andar en bicicleta y nada de regla de tres simple. Pero todo se iba a complicar
más: la regla de tres simple podía ser inversa o bien transformarse en la
temida regla de tres compuesta. Los albañiles seguían apareciendo al igual que
las canillas o cualquier otra cosa que la señorita Matilde creyera conveniente
para arruinarme la infancia.
Junto con estos cálculos aparecieron
las figuras geométricas y la pelota pasó a ser una esfera, el rollo de cartón
del papel higiénico vacío pasó a ser un cilindro y yo me convertí en un
cuadrado.
Las maestras iban perfeccionando los planteos de los problemas cada vez con
más datos, tanto que añoraba las canillas y los albañiles de la señorita
Matilde de quinto grado.
Cuatro peones de campo tienen que alambrar un potrero de
10 metros por 10 metros con cuatro hilos de alambre y tardarán 5 días en hacer
el trabajo. ¿Cuántos metros de alambre tendrá que comprar el patrón y cuántos
días tardarán si trabajan dos peones más? ¿Cuántos postes tendrá que compra el
patrón si los peones colocan un poste cada 2,5 metros?
Imposible resolver el acertijo. Entre los peones de campo, el alambrado de
cuatro hilos, el patrón y el maldito perímetro, no hay manera de arrancar con
ninguna cuenta. Pero Dios ama a los niños y no le importa si uno sabe de
cálculos, figuras o es un excelente número nueve con la camiseta puesta del
equipo favorito. Y por eso manda hadas madrinas para interceder por uno contra
las señoritas Matilde de todas las escuelas. Y en este caso mi hada madrina era
mi tío: un furioso antiperonista. Cuando miró por primera vez los enunciados de
las canillas no dijo nada. Pero cuando aparecieron los albañiles la cosa fue
muy diferente.
_Preguntale a tu señorita qué clases de
albañiles son, porque Simón, ¡mi albañil! en una tarde te levanta cuatro
paredes.
Siempre que aparecen obreros, albañiles o peones el tío se las ingenia para
despotricar contra los peronistas. Se ponía tan furioso que las venas de la
cara y el cuello parecía que le iban a explotar.
Entre quinto y séptimo grado los problemas de matemáticas fueron mi pequeño
calvario y ese tiempo también fue una galería interminable de historias y
mentiras para que mis malas notas no fueran descubiertas. Por lo menos hasta
que llegara el boletín
Siempre que volvía del colegio
pensaba en cómo esconder el cuaderno de matemáticas para que mamá no viera mis
malas notas y también pensaba en el degenerado de Simón que hacía cuatro
paredes como si fuera un mago. Y en medio de todo, los comentarios de mi tío hada
madrina que me seguían taladrando la cabeza.
_¡Preguntale! preguntale a tu señorita cuánta plata le tiene que pagar el
patrón a los peones. Para ese potrero de 10x 10 si Simón fuera peón de campo,
seguro que tardaría tres días. Ahora en cambio tenés a diez vagos de los
cuales uno hace los pozos y los otros preparan el asado. Son todos unos
peronistas de mierda.
La política se iba metiendo en mi cabeza sin siquiera darme cuenta qué era
lo que estaba en juego. A los adultos parecía que se les iba la vida con sus
problemas y una regla de tres simple no los solucionaba. Por eso la tarde en
que mamá descubrió el cuaderno de matemáticas con toda mi colección de aplazos,
fue la tarde que fabriqué mi mejor historia.
_Mami, vos sabés que los problemas me cuestan.
No los entiendo, no se. Es así. En lengua soy una luz: sujeto, predicado,
verbo. Pim-pum- parpadeó rápido un par de veces y supe que podía seguir
hablando- Encima el tío me llenó la cabeza con Simón, su albañil. Me dijo que Simón
trabaja más rápido y mejor que diez albañiles peronistas. Entonces cuando
quiero resolver los problemas ¡las cuentas no me salen mami! ¿Cómo hace Simón
para ser más rápido que diez albañiles peronistas? No sé si dividir,
multiplicar o restar. Te lo juro mami, para mí que este Simón es mago. Y yo
peronista no soy, te lo juro, sino el tío me mata.
Mi madre, perpleja, es la fiel imagen de una historia contada con
convicción.
Firmó las notificaciones de los aplazos, me devolvió el cuaderno y regresó
a la cocina. Los problemas ya no eran míos, eran de Simón, los peronistas y de
mi tío hada madrina. La esfera volvió a ser pelota y el cilindro otra vez papel
higiénico, aunque con tantas ganas de ir a jugar, a veces me olvidaba de
limpiarme el culo.
Excelente!
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